“Un día, mientras Armstrong y su esposa estaban alojados en el Hotel Plaza, se apareció una barra de chiquitos negros de aquí –cuenta Gustavo Bergalli–. Entraron al hall del hotel y le dijeron al recepcionista que querían ver al señor Louis Armstrong. En la recepción les preguntaron: ‘¿De parte de quién?’. A lo que estos chicos contestaron: ‘Somos sus primos’. Para no echarlos directamente, el encargado del hotel llamó a la habitación y atendió el promotor argentino que, sorprendido, le dijo al conserje: ‘¿Cómo los primos?’. Entonces le cuentan a Armstrong: ‘Sí –dice, déjenlos pasar que seguramente son mis primos’. Había como seis o siete. No hablaban inglés, venían a pedirle guita y Armstrong les dio. Un tipo con una generosidad tremenda, como Gardel. ‘Pero Louis… si les dio plata –le dijeron los promotores–, ¿cómo van a ser sus primos?’. Y él, con esa humanidad que lo caracterizaba, les respondió: ‘Son mis primos, de alguna forma son mis primos’”.
El 6 de julio de 1971, en la ciudad de Nueva York, murió Louis Armstrong. Había nacido el 4 de agosto de 1901 en New Orleans, Lousiana, en el seno de una familia muy pobre y en uno de los barrios marginales. La miseria se agudizó cuando su padre, William Armstrong, abandonó a la familia.
Su educación infantil la obtuvo vagabundeando por las calles y trabajando de chatarrero. Siendo aún muy niño pudo ser consciente del terrible odio racial que existía en los Estados Unidos en las primeras décadas del siglo XX. Por primera vez notó que era tratado diferente y, como él mismo contaba, finalmente acabó “comprendiendo que era por el color de su piel”. Pasó su juventud en un difícil vecindario. Desde 1910, cuando fue detenido por primera vez, se vería esporádicamente involucrado en asuntos delictivos. Su madre, dejaba a Louis y a su hermana menor bajo el cuidado de su abuela, Josephine Armstrong, que había nacido esclava y fue liberada después de la Guerra Civil. Sigue leyendo →