Todos los días un delincuente, psicópata o desesperado, asesina a una ocasional víctima o, a su vez, es matado por la Policía. Las causas del delito y de su estilo represivo, no está en los individuales autores sino en la misma sociedad que lo padece. Esa sociedad, o más bien su parte “decente”, vive con miedo, casi aterrada. Y exige condiciones extremas para “su” seguridad. No la seguridad de la igualdad de oportunidades, de educación o del pleno trabajo digno. No, seguridad para sus vidas y sus bienes. Aplaudieron, desde hace treinta años, la consolidación de un modelo social que marginaba sin horizontes a un creciente sector de la población. Se refugiaron en barrios privados, donde están confortablemente presos, y temen a una masa informe de desarrapados, de piel oscura, que no respeta la vida porque la suya tampoco vale nada. Una sociedad que se mira al espejo y se asusta de sí misma. De vez en cuando la víctima resulta ser un profesional, el hijo de alguien o un “famoso” o amigo del círculo áulico. Entonces se desata la histeria colectiva. Los medios encuentran abono para expandir su sensacionalista morbosidad y claman venganza en nombre de la justicia. Exigen que el Estado asuma sin disimulos su esencial papel de instrumento de imposición de un orden coactivo (falso, injusto y opresivo) a favor de las clases dominantes. En nombre de valores que ellos mismos han destruido (la familia, la moral, la fraternidad) piden cárceles, castraciones y pena de muerte. Con la soberbia que sólo da la ignorancia, personajes farandulescos, semialfabetos, opinan estupideces que son apoyadas por una masa de pasivos idiotizados por los medios de comunicación. Una mayoría del 75% está a favor, según encuestas, de la pena de muerte. Claro, de la clase media para arriba; los otros no opinan o no son registrados, porque saben que sólo a ellos se les aplicará. Una discusión entre retardados mentales, que sólo produce “sonido y furia”, representa el nivel intelectual de una sociedad de mercachifles y meretrices que jamás terminaron de leer un libro. Sigue leyendo →