Fue como si la humanidad sólo entonces se hubiese puesto manos a la obra, consciente y unitariamente, para hacer habitable la estrella donde vivía. Muchos de los elementos, como el carbón, el agua y el petróleo, se transformaron en tesoros. Se utilizó el vapor para mover vehículos; ciertas chispas y el estremecimiento de las ancas de rana denunciaron una fuerza natural capaz de producir luz y de llevar el sonido de un continente a otro, etc. El hombre miró a su alrededor con nuevos ojos y vio cómo las cosas, desde siempre vistas como nunca explotadas, podía emplearlas en beneficio de su comodidad. Su contorno fue transformándose decenio tras decenio, después año tras año, y finalmente casi día a día. Yo, que escribo esto, lo estoy haciendo con una máquina desconocida cuando nací. Me desplazo con los nuevos vehículos a una velocidad que mi abuelo no podía ni imaginarse; nada se movía entonces tan rápidamente. Y puedo elevarme por los aires, cosa que mi padre no podía hacer. Con mi padre pude ya hablar desde un continente a otro; pero sólo con mi hijo puedo ver las imágenes en movimiento de la explosión de Hiroshima.
Bertolt Brecht
El Pequeño Órganon Para Teatro
1948